El cambio climático afecta a todas las regiones del mundo. Los casquetes polares se están fundiendo y el nivel del mar está subiendo. En algunas regiones, los fenómenos meteorológicos extremos y las inundaciones son cada vez más frecuentes, mientras que en otras se registran olas de calor y sequías. Hemos de actuar por el clima ahora, o estos efectos no harán sino intensificarse.
El cambio climático es una amenaza muy grave, y sus consecuencias afectan a muchos y muy diversos aspectos de nuestra vida. A continuación figura una lista de las principales consecuencias del cambio climático. Para saber más, pulse en los signos «+».
La crisis climática ha aumentado la temperatura media mundial y lleva a que se registren más a menudo temperaturas extremas, como las que se alcanzan en las olas de calor. La subida de las temperaturas puede aumentar la mortalidad, reducir la productividad y ocasionar daños a las infraestructuras. Las consecuencias más graves recaen en las personas más vulnerables (por ejemplo, bebés y ancianos).
También se prevé que el aumento de las temperaturas cambie la distribución geográfica de las zonas climáticas. Son cambios que alteran la distribución y la abundancia de numerosas especies vegetales y animales que ya sufren la presión que supone la pérdida y la contaminación de sus hábitats.
Pero además, es probable que el aumento de las temperaturas influya en la fenología, esto es, en el comportamiento y los ciclos de vida de las especies animales y vegetales. Esto, a su vez, podría incrementar el número de plagas y especies invasoras, así como la incidencia de algunas enfermedades humanas.
Al mismo tiempo, podría disminuir el rendimiento y la viabilidad de la agricultura y la ganadería, así como la capacidad de los ecosistemas de ofrecer importantes bienes y servicios (como el suministro de agua limpia y de aire fresco y limpio).
Las altas temperaturas aumentan la evaporación del agua, lo que, unido a la falta de precipitaciones, aumenta el riesgo de sequías graves.
Aunque las bajas temperaturas extremas (olas de frío y heladas) podrían ser menos frecuentes en Europa, el calentamiento global hace más imprevisibles los acontecimientos, lo que afecta a nuestra capacidad de responder con eficacia.
Debido al cambio climático, muchas regiones europeas ya hacen frente a sequías más frecuentes, severas y duraderas. Una sequía es un déficit inhabitual y temporal del agua disponible debido a la falta de precipitaciones, combinada con una mayor evaporación ocasionada por las altas temperaturas. Es diferente de la escasez de agua, que es la falta estructural de agua dulce durante todo el año debido a un consumo excesivo.
Las sequías tienen a menudo efectos colaterales, por ejemplo, en las infraestructuras de transporte, la agricultura, la silvicultura, el agua y la biodiversidad. Las sequías hacen descender los niveles de agua en ríos y aguas subterráneas, frenan el crecimiento de árboles y cultivos, hacen aumentar las plagas y alimentan los incendios forestales.
En Europa, los aproximadamente 9 000 millones de euros de pérdidas anuales debidas a la sequía se producen sobre todo en la agricultura, el sector energético y el abastecimiento público de agua. Son cada vez más frecuentes en Europa las sequías extremas y también aumentan los daños que ocasionan.
Si la temperatura media mundial aumenta 3 °C, se prevé que las sequías sean dos veces más frecuentes y las pérdidas anuales absolutas en Europa asciendan a 40 000 millones de euros al año, lo que afectará con mayor gravedad a las regiones del Mediterráneo y el Atlántico. La mayor gravedad y frecuencia de las sequías aumentará la duración y gravedad de las temporadas de incendios forestales, sobre todo en la región mediterránea. Además, el cambio climático extiende las zonas en riesgo de incendio forestal. Regiones que hoy en día no son propensas a los incendios podrían llegar a ser zonas de riesgo.
A medida que el clima se calienta, cambian los patrones de precipitación, aumenta la evaporación, se funden los glaciares y sube el nivel del mar. Son todos factores que afectan a la disponibilidad de agua dulce.
Se prevé que la mayor gravedad y frecuencia de las sequías y el aumento de las temperaturas del agua hagan disminuir su calidad. Estas condiciones favorecen el crecimiento de algas y bacterias tóxicas, lo que agravará el problema de la escasez de agua, en gran medida causado por la actividad humana.
También es probable que afecte a la calidad y cantidad de agua dulce disponible el incremento del número de aguaceros (lluvias intensas y repentinas), ya que puede provocar la filtración de aguas residuales en aguas superficiales.
Los ríos europeos suelen nacer en zonas montañosas: en Europa, el 40 % del agua dulce viene de los Alpes. Pero los cambios en la dinámica de las nieves y glaciares y en los patrones de precipitación pueden llevar a situaciones de escasez temporal de agua en toda Europa. La alteración de los caudales fluviales debido a la sequía también puede afectar a la navegación interior y la producción de energía hidroeléctrica.
En muchas zonas se prevé que el cambio climático dé lugar a un aumento de las precipitaciones. Si se prolongan, habrá sobre todo inundaciones fluviales (desbordamiento de ríos), y los breves e intensos aguaceros darán lugar a inundaciones pluviales, tipo de inundación que se produce sin que se desborde ninguna masa de agua.
Las inundaciones fluviales son una catástrofe natural frecuente en Europa y que, junto con las tormentas, ha provocado muertes, desplazado a millones de personas y ocasionado enormes pérdidas económicas en las tres últimas décadas. En los próximos años, es probable que el cambio climático aumente la frecuencia de las inundaciones en toda Europa.
Al aumentar las temperaturas, se prevén tormentas más frecuentes e intensas, y veremos más a menudo inundaciones repentinas.
En algunas regiones, al disminuir las precipitaciones de nieve, habrá menos riesgo de inundaciones a principios de primavera, pero al aumentar en zonas montañosas el de inundaciones repentinas que desborden la red fluvial, esos efectos podrían verse anulados a medio plazo.
A lo largo del siglo XX ha subido el nivel del mar, tendencia que se acelera en las últimas décadas.
El aumento obedece sobre todo a la expansión térmica de los océanos de resultas del calentamiento, aunque también contribuye el derretimiento del hielo de los glaciares y de la capa de hielo de la Antártida. Se prevé que Europa experimente un aumento medio del nivel del mar de entre 60 y 80 cm a finales de siglo, lo que dependerá principalmente del ritmo del derretimiento de la capa de hielo antártica.
En torno a un tercio de la población de la UE vive a menos de 50 km de la costa. Estas regiones generan más del 30 % del total del PIB de la Unión. El valor económico de los activos situados a un máximo de 500 metros de los mares europeos está comprendido entre 500 000 millones y un billón de euros.
Junto con los demás efectos del cambio climático, la subida del nivel del mar aumentará el riesgo de inundaciones y erosión en torno a las costas, lo que tendrá importantes consecuencias para los habitantes, las infraestructuras, las empresas y la naturaleza de estas zonas.
Además, se espera que la subida del nivel del mar reduzca la cantidad de agua dulce disponible a medida que en las capas freáticas vaya entrando más agua de mar. Es probable que también lleve a una mayor salinización de las masas de agua dulce, lo que afectará a la agricultura y al suministro de agua potable.
Tampoco saldrán indemnes la biodiversidad de los hábitats costeros y los bienes y servicios naturales que suministran. Desaparecerán muchos humedales, lo que amenazará a especies únicas de aves y plantas y acabará con la protección natural que estas zonas ofrecen contra las tormentas.
El cambio climático se está produciendo tan deprisa que muchas especies de plantas y animales tienen problemas para adaptarse. Hay claras pruebas de que la biodiversidad ya reacciona y seguirá reaccionando ante el cambio climático. Entre los efectos directos figuran cambios en la fenología (comportamiento y ciclo vital de las especies animales y vegetales), la abundancia y distribución de las especies, la composición de las comunidades, la estructura de los hábitats y los procesos ecosistémicos.
Debido a los cambios en la utilización del suelo y otros recursos, el cambio climático también tiene efectos indirectos en la biodiversidad, efectos que, debido a su escala, amplitud y rapidez, pueden resultar más perjudiciales que los directos. Entre los impactos indirectos se incluyen: la fragmentación y pérdida de hábitats, la sobreexplotación, la contaminación del aire, el agua y el suelo, y la propagación de especies invasoras. Estos impactos limitarán aún más la capacidad de los ecosistemas de hacer frente al cambio climático y suministrar servicios esenciales, como son la regulación del clima, el suministro de alimentos y aire y agua limpios, y el control de las inundaciones y la erosión.
El cambio climático puede agravar fenómenos tales como la erosión, la reducción de la materia orgánica, la salinización, la pérdida de biodiversidad del suelo, los corrimientos de tierras, la desertificación y las inundaciones. Los efectos del cambio climático en el almacenamiento de carbono en el suelo podrían obedecer al cambio en las concentraciones atmosféricas de CO2, el aumento de las temperaturas y la alteración de los patrones de precipitación. Las precipitaciones extremas, el rápido derretimiento de las nieves y hielos, las fuertes descargas fluviales y el mayor número de sequías son todos fenómenos que guardan relación con el clima e influyen en la degradación del suelo. También desempeñan un papel la deforestación y otras actividades humanas, como la agricultura o el esquí. Es de prever que, debido a la intrusión de agua salada provocada por la subida del nivel del mar y a las (periódicamente) escasas descargas fluviales, haya más suelos salinos en las zonas costeras.
Debido a unos patrones de precipitación menos previsibles y a una mayor intensidad de las tormentas, se prevé que el cambio climático traiga consigo cambios importantes en cuanto al agua disponible en toda Europa. Habrá mayor escasez de agua, sobre todo en el sur y sureste de Europa, mientras que en gran parte del continente habrá mayor riesgo de inundaciones. Los cambios resultantes afectarán a gran número de regiones terrestres y marítimas, y a toda clase de especies y entornos naturales.
Los organismos acuáticos tienen una gama específica de temperaturas que pueden tolerar. De ahí que la temperatura del agua sea uno de los parámetros fundamentales que determinan la salud general de los ecosistemas acuáticos. Al cambiar el clima, la temperatura del agua de ríos y lagos ha aumentado y la capa de hielo se ha reducido, lo que afecta a la calidad del agua y a los ecosistemas de agua dulce.
Los efectos del cambio climático —aumento de las temperaturas de la superficie del mar, acidificación de los océanos, cambios en las corrientes y patrones eólicos— alterarán significativamente la composición física y biológica de los océanos. Los cambios de las temperaturas y de la circulación oceánica podrían afectar a la distribución geográfica del pescado. El aumento de la temperatura del mar también podría permitir a especies exóticas extenderse a regiones en las que antes no podían sobrevivir. Por ejemplo, la acidificación de los océanos tendrá un impacto en una serie de organismos que segregan carbonato cálcico. Estos cambios tendrán efectos inevitables en los ecosistemas costeros y marinos, lo que, a su vez, acarreará consecuencias socioeconómicas importantes para muchas regiones.
El cambio climático es una amenaza significativa, no solo para la salud humana, sino también para la salud animal y vegetal. Aunque es posible que no plantee demasiadas amenazas a la salud que sean nuevas o desconocidas, sí agravará y acentuará los impactos actuales.
Entre los efectos más importantes del cambio climático para la salud figuran los siguientes:
- Aumento de la mortalidad (muertes) y morbilidad (enfermedades) relacionadas con el calor del verano.
- Disminución de la mortalidad (muertes) y morbilidad (enfermedades) relacionadas con el frío del invierno.
- Aumento del riesgo de accidentes e impacto en el bienestar general debido a fenómenos meteorológicos extremos (inundaciones, incendios y tormentas).
- Cambios en el impacto de enfermedades como, por ejemplo, las transmitidas por vectores, roedores, agua o alimentos.
- Cambios en la distribución estacional de algunas especies alergénicas de polen y de la distribución de virus, plagas y enfermedades.
- Enfermedades animales emergentes y reemergentes que aumenten los retos para la salud humana y animal europeas en forma de zoonosis víricas y enfermedades transmitidas por vectores.
- Plagas vegetales emergentes y reemergentes (insectos, patógenos y otras plagas) y enfermedades que afecten a los bosques y sistemas de cultivos.
- Riesgos relacionados con cambios de la calidad del aire y el ozono.
Las personas que viven en zonas urbanas de renta baja, con infraestructuras deficientes, así como, en general, los colectivos con menores ingresos y activos son los más expuestos a los impactos climáticos y, a la vez, quienes menos capacidad tienen de hacerles frente.
Cuando se requieren costosas medidas de adaptación, las mujeres pueden sufrir un impacto desproporcionado y están en desventaja. Pero, al mismo tiempo, las mujeres son agentes clave de la adaptación y, en general, de las prácticas sostenibles.
Las personas desempleadas y socialmente marginadas se encuentran entre las más vulnerables a los riesgos climáticos.
La población europea envejece y se ve afectada de manera desproporcionada por problemas de salud o movilidad reducida, lo que hará que una mayor proporción de la población resulte vulnerable a los efectos del cambio climático.
El cambio climático también empieza a afectar a los desplazamientos y la migración. Si bien el clima es solo una entre las diversas causas de desplazamiento y migración, muchos países socios se encuentran entre los más afectados en su camino hacia el desarrollo sostenible. A menudo su población depende mucho del entorno natural y tiene menos recursos para hacer frente al cambio climático.
En todos los países de la UE, el aumento de la temperatura, los cambios en los regímenes de precipitaciones y la subida del nivel del mar afectarán directa o indirectamente a la productividad y la viabilidad de todos los sectores económicos, lo que tendrá repercusiones en el mercado laboral.
El cambio climático puede afectar a la disponibilidad de mano de obra a medida que empeore el estado de salud de la población y aparezcan nuevas limitaciones en materia de salud laboral (aumento de la temperatura en el lugar de trabajo, riesgos naturales más frecuentes e intensos que impidan a las personas acudir a sus centros, etc.).
Hay sectores muy vulnerables por depender de la regularidad de las condiciones climáticas. El cambio climático provocará alteraciones de la producción en sectores como la agricultura y el turismo.
A través de grandes inversiones en adaptación, podrían crearse oportunidades de empleo e ingresos en actividades tales como el refuerzo de las defensas costeras, edificios e infraestructuras (ecológicas), la gestión del agua y la reubicación de localidades en riesgo. Pero aún persistiría la incertidumbre sobre los posibles efectos netos de estas inversiones en la creación de empleo. Para aprovechar las oportunidades, será preciso mejorar las capacidades laborales.
Reducir la vulnerabilidad y aplicar medidas de adaptación no son tarea y responsabilidad exclusivas de los gobiernos. La gravedad del cambio climático exige que colaboren los agentes públicos y privados para reducir esa vulnerabilidad y adaptarse a los impactos. Pero no todas las partes interesadas son conscientes o están informadas de su vulnerabilidad y de las medidas que pueden adoptar para adelantar su adaptación al cambio climático. De ahí que la educación y la sensibilización sean un componente importante del proceso de adaptación a la hora de gestionar los efectos del cambio climático, mejorar la capacidad de adaptación y reducir la vulnerabilidad en general.
Los efectos del cambio climático afectan de modo particular a las infraestructuras y edificios debido a su larga vida útil y su elevado coste inicial, además de su papel fundamental para el funcionamiento de nuestras sociedades y economías.
Edificios e infraestructuras pueden ser vulnerables al cambio climático debido a su diseño (escasa resistencia a las tormentas) o su ubicación (por ejemplo, en zonas propensas a inundaciones, corrimientos de tierras o avalanchas). De hecho, pueden quedar dañados o inutilizables por cualquier tipo de cambio en las condiciones climáticas o fenómeno meteorológico extremo: subida del nivel del mar, precipitaciones e inundaciones extremas, temperaturas extremadamente altas o bajas, fuertes nevadas o vendavales, etc.
Las consecuencias del cambio climático para los edificios e infraestructuras variarán según la región.
Ya existen amenazas climáticas al sistema energético europeo, y se prevé que aumenten. Se espera que el cambio climático reduzca la demanda de calefacción en el norte y el noroeste de Europa y aumente considerablemente la de refrigeración en el sur, lo que podría agravar aún más los picos de demanda de electricidad en verano.
Al haber olas de calor más intensas y frecuentes, cambiarán los patrones de la oferta y la demanda de energía, que a menudo seguirán trayectorias opuestas. Si siguen subiendo las temperaturas y registrándose sequías, habrá menos agua de refrigeración disponible para la generación de energía térmica en verano (lo que reducirá el suministro energético), mientras que aumentará la demanda de aire acondicionado.
A ello hay que añadir una mayor intensidad y frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, que supondrá una amenaza para las infraestructuras energéticas físicas: no solo las líneas de transporte y distribución de alta tensión, sino también las subestaciones de transformación y los transformadores.
El cambio climático también genera mayor incertidumbre en torno a los patrones meteorológicos en toda Europa. A largo plazo, esto tendrá efectos negativos directos en la generación de energías renovables. Entre las consecuencias inmediatas, en algunas zonas habría menos sol y viento que hasta ahora, o se producirían olas de calor y sequías nefastas para los cultivos destinados a la producción de energía a partir de biomasa.
El cambio climático ya ha tenido y seguirá teniendo un impacto negativo significativo en la agricultura europea a lo largo del siglo XXI debido al aumento del calor, la sequía, las inundaciones, las plagas, las enfermedades y la disminución de la salud de los suelos:
- Pérdidas sustanciales en la producción agrícola (menor rendimiento de los cultivos)
- Reducción de superficies adecuadas para el cultivo
Las regiones meridionales de Europa serán las más afectadas, debido al calor y la escasez de agua. Si bien en el norte de Europa las temperaturas más elevadas pueden abrir nuevas zonas para los cultivos de temporada cálida, estos beneficios no compensarán las pérdidas en otras regiones.
Los bosques también se ven afectados por el cambio climático, con un mayor riesgo de sequías, tormentas, incendios, plagas y enfermedades que perturban la salud de los bosques.
Se espera que cambie la biodiversidad de los bosques europeos, ya que el cambio climático supone una amenaza particular para las especies que están muy adaptadas a condiciones climáticas y medioambientales específicas. Por ejemplo, la menor diversidad de especies arbóreas en los bosques boreales las hace menos resistentes a las perturbaciones naturales y, por tanto, más vulnerables al cambio climático.
Es probable que el sur de Europa experimente una disminución general del crecimiento forestal debido a la reducción de las precipitaciones. Además, el impacto de los incendios forestales es especialmente fuerte en los ecosistemas ya degradados del sur, y se espera que empeore con temporadas de incendios más largas y severas.
Según las previsiones, la frecuencia e intensidad de la mayoría de los tipos de fenómenos extremos cambiarán significativamente a consecuencia del cambio climático. A corto plazo, si se atiende debidamente a la tendencia subyacente, las primas aumentarán poco a poco, y el mercado de seguros absorberá estos cambios sin sufrir perturbaciones. Pero a menudo, el conocimiento de los riesgos evoluciona «por etapas», lo que puede suponer subidas de precio repentinas en breves períodos de tiempo. A más largo plazo, y sobre todo en los sectores o regiones más vulnerables, el cambio climático podría aumentar indirectamente las disparidades sociales si las primas de seguros llegan a ser inasequibles para una parte de la población.
Para las regiones donde el turismo es importante, las consecuencias económicas del cambio climático pueden ser considerables. Se prevé que el sur de Europa resulte mucho menos propicio para el turismo durante los meses clave del verano, aunque mejoraría en otras estaciones. Aumentaría el atractivo turístico de Europa Central a lo largo del año. Se esperan reducciones de la cobertura de nieve, que en muchas regiones afectarán negativamente al sector de los deportes invernales.
El cambio climático amenaza a todas las empresas: todas están en el planeta Tierra. Pero unas son más vulnerables que otras. Se espera que el impacto recaiga de forma desproporcionada en las pymes, en forma de perturbación de sus actividades, daños a bienes y problemas en las infraestructuras y cadenas de suministro, lo que aumentará los costes de mantenimiento y materiales y hará subir los precios. Ahora bien, la acción por el clima ofrece muchas nuevas oportunidades para que las empresas desarrollen productos y servicios que ayuden a reducir las emisiones y a adaptarse a un mundo que se calienta.
El Ártico afronta grandes cambios: aumento de la temperatura superior a la media, disminución de la cubierta de hielo marino en verano y derretimiento del permafrost. La reducción de la cubierta de hielo se acelera, y se prevé que siga afectando a los sistemas naturales y humanos de la región. Además, esto hace surgir el riesgo de presiones adicionales sobre el medio ambiente: ampliación de las prospecciones de petróleo y gas, nuevas rutas de transporte marítimo, etc. El derretimiento del permafrost puede afectar gravemente a los sistemas humanos al crear, por ejemplo, problemas de infraestructuras. Los frágiles ecosistemas del Ártico vienen sufriendo no poco debido a subidas de temperatura por encima de la media, y se prevé que estos efectos continúen.
Las predicciones apuntan a una disminución de la nieve y la cobertura de hielo en lagos y ríos, un aumento de los caudales fluviales en invierno y primavera en algunas regiones y su disminución en otras (por ejemplo, en Finlandia), además de más daños debidos a tormentas invernales. A medio y largo plazo, la mayor intensidad y frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos podría afectar negativamente a la región, por ejemplo, al hacer más variable el rendimiento de los cultivos.
En el pasado, las zonas costeras bajas de Europa noroccidental ya se vieron afectadas por inundaciones, y se espera que el riesgo aumente debido a la subida del nivel del mar y el mayor riesgo de tormentas. Son especialmente vulnerables los países del mar del Norte. Se prevé que el aumento de las precipitaciones invernales aumente la intensidad y frecuencia de las inundaciones fluviales en verano y primavera, si bien hasta la fecha no se observa una mayor tendencia a las inundaciones.
Las temperaturas extremas tendrán previsiblemente un impacto clave en Europa Central y Oriental. Unido a la disminución de las precipitaciones estivales, esto puede aumentar el riesgo de sequías y la demanda de energía en verano. Es previsible que, debido al aumento de las precipitaciones invernales, se acentúe en varias regiones la intensidad y frecuencia de las inundaciones fluviales en invierno y primavera. También se espera que el cambio climático lleve a una mayor variabilidad del rendimiento de los cultivos y a incendios forestales más frecuentes.
En las últimas décadas, la región mediterránea viene sufriendo impactos graves como consecuencia de la disminución de las precipitaciones y el aumento de la temperatura, y cabe prever que la situación empeore a medida que el clima siga cambiando. Los principales efectos son una menor disponibilidad de agua y menor rendimiento de los cultivos, aumento del riesgo de sequías, pérdida de biodiversidad, incendios forestales y olas de calor. En cierta medida, una mayor eficiencia del riego en la agricultura puede atenuar la escasez de agua, pero no bastará para compensar el aumento del estrés hídrico debido al clima. Además, el sector de la energía hidroeléctrica se verá cada vez más afectado por la menor disponibilidad de agua y el aumento de la demanda de energía, mientras que en verano el sector turístico tendrá que afrontar condiciones menos favorables. Los flujos medioambientales, que son importantes para un mantenimiento saludable de los ecosistemas acuáticos, sufrirán la amenaza de los efectos del cambio climático y la evolución socioeconómica.
En años anteriores, el aumento de la ocupación del suelo urbano y el crecimiento de la población urbana han ido dejando a las ciudades europeas más expuestas a diferentes impactos climáticos: olas de calor, inundaciones, sequías, etc. Las repercusiones de fenómenos extremos tales como las inundaciones del río Elba en 2002 o el desbordamiento del alcantarillado de Copenhague en 2011 ponen de manifiesto la gran vulnerabilidad de las ciudades ante fenómenos meteorológicos extremos. En el futuro, al continuar la ocupación del suelo urbano, el crecimiento y la concentración de la población en las ciudades, a lo que hay que añadir el envejecimiento de la población, las ciudades serán más vulnerables aún al cambio climático. El diseño y la gestión urbanas, junto con la mejora de la infraestructura verde, pueden contrarrestar en parte estos efectos.
En muchas regiones montañosas es especialmente significativo el aumento de la temperatura, y se observan pérdidas de masa de los glaciares, una reducción de la cubierta de nieve, el derretimiento del permafrost y cambios en los patrones de precipitación (incluidas menores precipitaciones de nieve), efectos que se espera sigan aumentando. Esto podría llevar a un aumento de la frecuencia e intensidad de las inundaciones en determinadas regiones montañosas (por ejemplo, en zonas de Escandinavia), que afectarían a la población y al entorno construido. También se prevén repercusiones en el turismo de invierno, un menor potencial energético del sector hidroeléctrico en el sur de Europa, un cambio en las zonas de vegetación y una pérdida generalizada de biodiversidad. Las especies vegetales y animales que viven cerca de las cumbres montañosas están en riesgo de extinción debido a su incapacidad de migrar a regiones aún más altas.
La retirada de la gran mayoría de los glaciares también afecta a la disponibilidad de agua en zonas situadas aguas abajo.
Es, pues, patente que el cambio climático es un problema grave que nos afecta a todos. Esto puede resultar abrumador, pero también hay buenas noticias: las soluciones existen. Infórmese sobre lo que la UE hace para luchar contra la crisis climática y cómo usted también puede ayudar.